Hora libre en el Barrio – Radio Gráfica 4 de mayo de 2012

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  • El nombre de liliana es Sonia Liliana Garabedian, yo era amiga de ella y estamos pidiendo justicia por ella y por sus hijos, para que se sepa la verdad y se el culpable o los culpables paguen, gracias por todo

  • l caso Liliana Sonia Garabedián)

    El 13 de noviembre de 2010 Liliana Garabedián denunció a su marido por lesiones. Ella quería separarse. Lo había seguido de Buenos Aires a Catamarca. Había tenido con él dos hijos, pero las cosas se desgastaron… por los golpes. La respuesta de Roberto Barros, su marido, no se hizo esperar: la trató de loca pero no sólo él sino toda la familia Barros. Todos contra Liliana, que estaba sola en Catamarca, con su madre que viajaba a veces a ver a su hija y a sus nietos. Curioso: antes que ella pidiera la separación y denunciara agresión no era demente, lo sería después para su marido. Liliana Garabedián desapareció durante seis días luego de un arresto ilegal por parte de policías de Catamarca. Su cuerpo, semidesnudo, fue descubierto en medio de un monte el 12 de diciembre pasado. ¡Dijeron que murió de hambre! Nadie investigó nada durante todos estos meses.

    El 5 de diciembre del año pasado, Liliana había ido a buscar a sus hijos de 4 y 9 años a la casa de su cuñada, Patricia Barros (la mamá de Liliana aún hoy no puede ver a sus nietos). La situación era tirante y para no serlo desde el momento que los parientes de su marido la trataban de demente. Hubo una discusión y los Barros llamaron a la Policía. Entonces a Liliana la arrestaron por “averiguación de antecedentes”. ¡Raro que sea necesario conocer los antecedentes policiales de una mamá que fue a buscar a sus hijos! Es muy fácil ir preso en la Argentina por averiguación de antecedentes, un recurso arbitrario e inconstitucional.

    Los que se la llevaron fueron el oficial inspector Pablo Nicolás Martínez y el sargento Hugo Arnaldo Perea. Le hicieron firmar un acta dónde decía que la trasladaban a la Comisaria de la Mujer y el Menor. Es dudoso que la firma que figura en el acta como de Liliana sea de Liliana. Y no la llevaron a la Comisaría de la Mujer y el Menor sino a la Seccional 10ª. Los propios policías dijeron que estuvo alojada en esa comisaría porque en la de la Mujer no había médico. ¿Entonces por qué le hicieron firmar el acta con otro destino? En resumidas cuentas, no se puede afirmar donde Liliana pasó la noche del 5 al 6 de diciembre.

    El día 6 de diciembre el oficial subinspector Silvio Magallanes la llevó al Hospital San Juan Bautista. Se sabe que la orden la dio la Asesora de Menores, María Belén Marcolli. ¿A qué hora la llevó Magallanes? Bueno… a las 15 o a las 16 o a las 17 o a las 18… En fin, no se sabe el horario. ¿Y por qué hacía falta que la viera un médico?… En el Hospital no está registrada su entrada, ni en el Cuaderno de Registro ni en el de Observaciones de Ingreso. A esta altura hay que reflexionar sobre una cuestión esencial: se puede decir que todo lo narrado hasta ahora son serias irregularidades, se podría hablar de desidia o de descuido o de irresponsabilidad. Pero Liliana Garabedián aparecerá muerta, en consecuencia todas esas “irregularidades” adquieren otro sentido.

    Pues bien, en el Hospital parece que Liliana sí estuvo porque hay una declaración judicial de la licenciada Mirtha Juana Losso que aseguró haberla entrevistado durante 40 minutos. Agregó que su diagnóstico (instantáneo, exprés) fue: “trastorno de personalidad”. Hay en la literatura médica múltiples tipos y subtipos de trastornos de personalidad, por ejemplo trastorno de la personalidad paranoica; esquizoide; histriónica; narcisista; antisocial; limítrofe o fronteriza; evasiva; dependiente; obsesivo-compulsiva; esquizotípica. Decir de alguien que tiene trastorno de personalidad con una sola entrevista parece poco serio. Sería como decir que alguien tiene fiebre, es decir nada más genérico en el universo de patologías de diverso tipo y gravedad, desde la nada hasta la muerte.

    Losso la dejó ir a Liliana después de la entrevista. La dejó ir… sola. La regla en el Hospital es que los pacientes se vayan con un familiar que se haga cargo. Aquí un policía la llevó detenida o aprendida o la figura que se quiera usar para significar que no estaba libre, y le dio la libertad una licenciada en psicología.

    Liliana no volvió a su casa, si es real que se fue sola. Horas después, ya el día 7, Ramón Mercedes Díaz, cuidador de un campo en la localidad de Coneta, en la zona de El Pantanillo, la vio vestida con una musculosa a rayas celeste, pantalón corto y zapatillas blancas abotinadas. Notó que tenía una cicatriz en el brazo izquierdo y algo rojo en el mentón, como un golpe. También la vieron la mujer y el hijo de Díaz. Liliana les pidió un vaso de agua, se mojo la cabeza y se fue. Cuando Garabedián apareció muerta, el cuidador y su familia desaparecieron. Hacía dos años que cuidaban ese campo.

    Tres días después de que a su mujer se la llevaran detenida, Roberto Barros, miembro de una familia donde hay policías, hizo la denuncia de desaparición. Se tomó su tiempo el hombre: fue a las 23.30 del 8 de diciembre. Ese mismo día, antes, una mujer de apellido Carrizo la vio en la zona del Rodeo pero nadie la llamo a declarar jamás.

    El fiscal Ricardo Javier Herrera allanó la casa de Liliana, pero el fotógrafo policial no fue al procedimiento porque tenía mucho trabajo y no podía ocuparse. Al día siguiente Roberto Barros le dio al fiscal fotocopias del diario personal de su ex mujer. Es decir que antes el fiscal jamás le preguntó a Barros si Liliana llevaba un diario. ¿Y por qué le entregó fotocopias? ¿El marido hizo fotocopias del diario íntimo de Liliana? ¿Cómo lo encontró, dónde…? ¿Acaso Barros se llevó todos los efectos personales de Liliana cuando le vació la casa el 29 de noviembre? ¿O cuando la Policía fue a allanar el 10 de diciembre buscó superficialmente? El original fue hallado en una segunda inspección. ¿Siempre estuvo en la casa?

    A eso de las 11 del 12 de diciembre Oscar Antonio Santillán, dueño del campo de Coneta, al lado de Pantanillo, denunció en un puesto caminero que su cuidador, Ramón Mercedes Díaz, había visto, cuatro días antes, es decir el 7, a una chica que estaban buscando (a Liliana). El rastrillaje empezó cinco horas y media más tarde, a las 16.30. ¿La razón? ¡Y… hacía mucho calor, dijeron!

    Habían secuestrado la camioneta de Barros que estaba muy sucia según el acta que se realizó. Tenía arena y yuyos; un cabello largo; pelos blancos; en el piso de la parte trasera había una mancha de vómito; guantes de trabajo sucios; debajo de la alfombra había mucha tierra; en la parte donde estaba rueda de auxilio se encontró una huella que sería de calzado; había una mancha inespecífica en la puerta izquierda trasera; y se levantaron huellas digitales. Las huellas sólo fueron comparadas con la de personas con antecedentes criminales cargadas en el sistema informático policial. ¡No se las comparó con las de Liliana Garabedián! ¡Ay, Herrera, Herrera!

    En el expediente no se dice con claridad si levantaron la huella de calzado, pero sí surge evidente que no la compararon con nada. Ni la analizaron. Si era de hombre, de mujer, qué tipo de calzado, rastro viejo o nuevo. Nada.

    Cuando le tocó hacer el informe a la bioquímica Leticia del Valle Córdoba, afirmó que la camioneta estaba en buen estado de higiene, todo lo contrario a lo que consta en el acta anterior.

    Aquél cabello largo que fue secuestrado en el vehículo tampoco se analizó. Nada se hizo con la arena, tierra y yuyos que había en la camioneta. Esto tiene particular importancia porque a las 7.40 del día 12 de diciembre hallaron en el campo de Coneta el cadáver de Liliana Sonia Garabedián, de 37años. En otras palabras, no se comparó la arena, tierras y yuyos de la camioneta de Barros con la del lugar del hallazgo del cuerpo.

    Liliana estaba semidesnuda, apenas con una remera que no era la musculosa a rayas que había visto el día 7 el cuidador del campo Ramón Mercedes Díaz, sino que se trataba de una remerita blanca, limpia con solo una mancha de color marrón (que tampoco se comparó con manchas encontradas en la camioneta de Barros). Cuerpo sucio pero con una remera casi limpia. Al lugar llegaron primero tres policías. No se sabe cuánto tiempo después llegó un fotógrafo (que por suerte no tenía otra cosa que hacer ese día, como había ocurrido cuando allanaron la casa de Liliana). Después arribó un médico. Más tarde un bioquímico. Nunca fue ningún perito en rastros y menos que menos un funcionario judicial. ¿Quién controló a los tres primeros policías, el fotógrafo? ¿Quién controló a los policías y al fotógrafo, el médico y el bioquímico? ¿Qué especialización tienen esos tres policías para levantar rastros? ¿Qué se levantó del lugar? ¿Era ese el sitio donde Liliana murió o la mataron, o la tiraron allí?

    El cuerpo presentaba notables raspaduras que dejaban ver la carne viva en la parte posterior de un muslo y en las nalgas. Tampoco se puede saber si sufrió agresión sexual: no se realizaron los estudios correspondientes.

    Ella tenía un puño cerrado de su mano derecha y semicerrado de su mano izquierda. Hasta tenía los dedos de los pies contraídos. Pudo haber quedado de esa manera por efecto de un espasmo cadavérico, que no es lo mismo que rigidez cadavérica. En la rigidez existe relajación muscular antes de producirse la muerte, y en el espasmo no: se mantiene la posición que se adoptó en vida, en este caso cerrar los puños, como resultado de una muerte súbita, sea natural o violenta. La contracción de los músculos en vida pasa al estado siguiente que es el de la muerte y queda fija. Al momento de morir Liliana tenía sus puños cerrado y semicerrado. ¿Por qué?

    El médico dijo que la muerte se produjo entre 48 y 72 horas antes del hallazgo del cadáver porque había signos de descomposición. Sin embargo, los signos que vio ese médico son dudosos. El cuerpo aún estaba rígido y la rigidez desaparece a las 24 o 36 horas aproximadamente. El inicio del deterioro esta marcado científicamente por la aparición de una mancha verde abdominal en la fosa ilíaca derecha (digamos en la ingle) a las 24 o 48 horas de producida la muerte, según la temperatura ambiente y circunstancias corporales. Liliana no tenía esa mancha. Tampoco había larvas o moscas y eso que hacía 45 grados de temperatura. No se realizó un estudio toxicológico en las vísceras, sólo tomaron muestras de sangre y del contenido del estómago, que se enviaron a analizar a Córdoba pero dos meses después, es decir las muestras estaban vencidas.

    La autopsia concluyó que Liliana murió de sed y hambre. El contenido del estómago era un líquido marrón oscuro. Nunca se sabrá qué era porque, como se dijo antes, la muestra se mandó tarde a Córdoba. ¿Muerte por inanición y deshidratación? Es una conclusión por descarte, por descarte de todo lo que no hicieron o hicieron mal. Una conclusión inverosímil cuando se habla de una mujer que lo único que quería era estar con sus hijos y que pelaba por eso.

    El cuerpo de Liliana no parecía haber perdido toda la grasa corporal, que es donde se almacena la energía de la que echa mano el organismo en casos extremos. Tampoco su piel ni sus ojos eran los característicos de situaciones de hambre y deshidratación extremas. En general puede decirse que cuanto la última comida sale del estómago llegan señales al cerebro que indican que hay que comer otra vez. Las señales informan que ha bajado el nivel de glucosa en sangre y que empiezan a desequilibrarse las reservas de aminoácidos. Esas señales son primero como un pequeño malestar, que si no se atiende se transforma en una obsesión despiadada y dolorosa. Es decir que la pulsión por beber y comer impone exigencias implacables. No es simplemente recostarse y dejarse morir. A un solo vistazo y sin más análisis, decir que alguien murió de hambre y sed es por lo menos irresponsable.

    ¿Que pasó con la ropa de Liliana? El fiscal Herrera, con una imaginación agitada, dijo que los animales del lugar se la llevaron. Pero no dejaron ni un jirón. ¡Que animales más angurrientos, que comen ropa y no dejan sobras y, encima, ni una mordedura en el cuerpo, que solo estaba lleno de hormigas! No hay evidencia alguna de restos de indumentaria por la zona. ¿Por qué estaba sin ropa entonces? Respuesta del fiscal Herrera: habrá sentido calor y se sacó la ropa… No vale la pena hacer comentario sobre esta nueva insolencia.

    A Herrera nunca se le ocurrió pedirle el celular de Liliana a su ex marido. La mamá de ella le tuvo que decir al fiscal que se lo pida. Y recién lo hizo el 29 de diciembre de 2010. ¿Por qué tenía Barros el celular de su mujer si estaban separados desde hacía un mes? ¿Por qué no lo encontraron en aquellos allanamientos del 10 de siembre? ¿Por qué Barros no lo entregó antes? Al fiscal no le interesó encontrar respuestas para ninguno de estos interrogantes.

    Sí se determinó que el día 9 de diciembre, a las 18.05, Barros recibió una llamada entrante en su propio celular, y la antena lo ubica en la zona del área industrial El Pantanillo, zona pegada a aquella en la que apareció el cuerpo de Liliana. El fiscal tampoco le dio importancia a este dato. Herrera actualmente ya no está al frente de este caso. Lo reemplazó Marcelo Sago. Es un funcionario joven que también parece hacer solamente cuentas sencillas. Convalidó todo lo que no hizo su antecesor. Una pena.

    Cuando mataron a María Soledad Morales en 1990 durante una fiesta sexual, reventándole el corazón con cocaína mientras era abusada por varios, hubo funcionarios judiciales, policiales, abogados y médicos que dijeron que la había atropellado un camión; que la había trompeado un boxeador; que la había agarrado una secta satánica; que le pegaron con una piedra en la cara y se atragantó con su propia sangre. Por eso digo que, sigilosamente, vuelven los viejos fantasmas en el caso de Liliana Garabedián. Qué casualidad, uno de los que sostenía estrambóticas teorías para explicar la muerte de María Soledad fue Víctor Pinto, defensor del asesino Guillermo Luque y el primer abogado contratado por la mamá de Gabaradián, que no tiene por qué saber quién es quién en Catamarca. Pinto, silenciosamente, convalidó los desaguisados de los fiscales durante estos ocho meses de nada.

    Sobrevuelan otra vez en Catamarca la renegrida sombra de los policías, fiscales, jueces, peritos y médicos que con la investigación del crimen de la chiquita Morales hicieron todo lo que no hay que hacer y enterraron el caso durante siete largos años. ¿Habrá alguien que impida a esas sombras ennegrecer el caso de Liliana Sonia Garabedián?

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