Ella se adaptó a Buenos Aires, la gran ciudad, pero sus raíces son bien del campo, de donde a veces se escapa el acento santiagueño que tanto quiere pero ya no se le nota.
Vivía en el campo, en el medio de la nada. Sus vecinos estaban a miles de kilómetros y sus formas de movilizarse para visitar y comunicarse eran en sulki o a caballo, si había uno disponible, si no, caminando.
Allí estaban rodeados de pobreza, aunque ellos no estaban tan mal, ya que los animales les daban alimento y eran una ayuda al padre de ella que era policía.
De chica vivió la tragedia de cerca. A su hermano mayor, también policía como su padre, lo mataron de una cuchillada. Después supieron que el asesino había sido un vecino.
De a poco, sus otros hermanos mayores se iban yendo de la casa natal, en Monte Bello, pequeño lugar que está al norte de Santiago, a buscar un futuro mejor ya que no querían trabajar en el campo.
Ella tiene ocho hermanos, pero sólo conocía a tres de ellos, ya que el resto estaba en Buenos Aires.
Estudió en una pequeña escuelita hasta que terminó la primaria y como le gustaba, sus padres le dieron permiso para ir a La Banda y allí estudiar el secundario. Se alojó en la casa de una tía, donde no la pasó muy bien, pero igual logró graduarse.
Una vez recibida llegó la oportunidad de enseñar en una escuelita del campo, cerca de su casa. Durante los días de la semana tenía que vivir en la casa de doña Pila, para quien esta maestra era como su hija. Enseñó a todos los chicos de allí, Villa Mercedes, durante dos años. Hasta que decidió seguir los pasos de sus hermanos y viajó a Buenos Aires.
Cuando llegó a la ciudad, se alojó en una pensión en Palermo con su hermana. Tras un año de vivir en la gran ciudad, logró tener un trabajo estable en una fábrica textil, y cambió su vida por completo.
Esta mujer, de la que describí un pedacito de su vida, es mi mamá.
Rodrigo Errante 5º4º / Escuela Media Nº 7 DE 7 “María Claudia Falcone”